martes, 10 de abril de 2007

Edgar Chías, el mexicano que pisó escenarios de Harold Pinter

Originario de evoheeraungato.blogspot.com


Por Iván Humberto Romero Cruz

La obra iniciaría a las siete de la tarde. Eran cinco minutos pasadas las diecinueve horas, y una mujer sajona preguntó, con cierta sorna, “¿habrá teatro?”. Un par de minutos después, los asistentes bajamos por las pequeñas escalinatas que conducían al espacio donde sería presentada la puesta en escena de esa noche. Esperamos un tiempo y de pronto la acomodadora, que escudriñaba con sus ojos las dos áreas divididas por el escenario, dijo “aquí tengo cuatro lugares; aquí hay dos juntos: uno y uno”. Una vez ocupados los lugares indicados por la acomodadora, ya no cabía nadie más en el foro. Había un lleno en la sala del teatro. Después de la demora superior a los ciento ochenta segundos, debido a la espera entre la primera y tercera llamada, comenzamos.

La puesta en escena había sido escrita por Edgar Chías, quien como actor tuvo un interés insatisfecho que lo llevó a convertirse en dramaturgo. La formación de actor le impedía tener, como él recuerda, el control de la obra artística; algo que únicamente podía realizar convirtiéndose en el escritor. Es así que, como complemento a la licenciatura en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, la oportunidad de controlar la historia de una puesta en escena le fue abierta a través del estudio, a veces extracurricular, otras por vía autodidacta, de la dramaturgia. La decisión le fue muy favorable, dice él ahora.

Chías pertenece a una nueva generación de escritores que, según nos dice, “el rango de edad está entre los 40 y 22 años; algunos son muy jóvenes talentosos y otros, no son tan jóvenes, pero ya tienen una proyección nacional e internacional importante, que la han logrado en pocos años”.

Luis Mario Moncada, quien dirige el Centro Cultural Helénico, habla de una generación cuyos representantes tienen como formación diversas disciplinas, no exclusivamente como escritores. Este nuevo grupo de dramaturgos han creado la llamada narraturgia, ya que impulsan en el escenario una especie de narrativa teatral. Una generación que por diferentes vías ha empujado por ganar espacios.

“Hasta hace poco la prensa especializada, los críticos teatrales, nuestros mayores dramaturgos, no daban crédito a nuestro trabajo; y no es que hubiéramos querido de inmediato fama y reconocimiento, pero sí el derecho a existir. Nosotros, por nuestra propia cuenta, los hemos ido inventando”.

Y es así que, esta nueva generación de dramaturgos mexicanos ha ido creando muestras teatrales, círculos de lectura y sitios en Internet como www.dramaturgiamexicana.com.

En el caso de Chías, desde 1997, escribe entre una y dos obras por año, que han llegado al escenario de manera muy pronta, con el apoyo de instituciones como la Universidad Nacional, el Fondo Nacional para la Cultura y las Artes; y más recientemente, del apoyo internacional como: la editorial francesa, El espejo que fuma, y la compañía de teatro, The Royal Court Theather.

Es con esta segunda institución y su Programa Internacional de autores, donde Chías ingresa a un concurso con diversos escritores de otras latitudes para someter la dramaturgia originada desde sus diversas cosmogonías. El participar con el Royal Court es catalogado como una plataforma muy importante, literaria y teatral, según nos dice Chías, de la cual el lanzamiento a otras mecas del teatro resulta altamente probable.

“Lo que más me gustó de esa experiencia, específicamente en Londres, es que tenían una expectativa de mexican curious. Querían ver ropas con sombreros, de ver nopales, a Frida. Que aunque sí es parte de nuestro imaginario, no somos folclore. Entienden que estamos al tú por tú, además fue una relación entre iguales”.

Al ingresar en el programa, Chías participaba con dos obras en la convocatoria del Royal Court, empero sólo una estaba bajo revisión de los siete miembros que integraban el jurado de elección de textos, con la finalidad de llevarla al público británico. La obra que tenía el jurado del Royal, previamente en la ciudad de México había construido una historia de deseo por exhibirla.

Chías había mostrado a tres personas distintas el texto de la puesta en escena. La primera lectura fue realizada por la directora de Teatro de la UNAM, Mónica Raya. Al día siguiente, una nueva propuesta vendría para dirigirla. Ahora la ventana de oportunidad era la Coordinación Nacional de Teatro. Al día siguiente, Martín Acosta, antes de saber que el escrito se encontraba en Londres para ser revisado por el Royal Court, le dice que el quería esa obra. Ese era el escenario que la historia de Chías había creado en México.

Y con tal antecedente, tras ser leído el texto por el Royal, vuelve a refrendar la calidad de la dramaturgia mexicana. Los siete lectores del programa internacional eligen de manera unánime la obra. Una muestra de dramaturgia mexicana que “por medio de una mezcla del lenguaje culto con el popular y una serie de equívocos de sentido, logró despertar el interés de cómo había llegado a escribirla”. La obra saldría avante de las revisiones realizadas por el jurado y para enero del 2006, Chías tendría ya la certidumbre de una primera lectura pública en Londres. Junto a la obra de Chías, otras cuatro serían leídas y dramatizadas: Deshuasadero de sangre basura, de Alberto Villareal; Sanchez Huerta, se mató la niña, de Claudia Ríos; Pequeñas certezas, de Bárbara Colio, y Seven-eleven, de Iván Olivares.

Las lecturas de estos dramaturgos nacionales serían realizadas en el marco del evento denominado Arena México, presentado por el mismo Royal.

Después de la primera lectura pública, el trabajo de dirección iniciaría con la gente del teatro de Londres. La dirección de la obra dependería de Hettie McDonald, quien de ocho a diez horas de trabajo intenso lograría montar toda la puesta en escena en tan sólo seis semanas. Ahora ya en perspectiva, Chías valora la experiencia con un teatro que busca una resonancia social con sus puestas en escena.

“Los teatros, como el Royal Court, se enfocan sobre el texto. Privilegian la voz del autor por encima de la visualidad de las cosas en escena. Entonces estuvieron muy pendientes de lo que pensaba yo, si estaba de acuerdo con su lectura, mi consentimiento. Fue como tener otra visión de las cosas; les importa talvez más el discurso de los autores que otra cosa”.

Meses después, en septiembre del 2006, la obra saldría al público. Chías presentaba su obra en el teatro emblemático de la nueva generación de dramaturgos de último medio siglo. Un estreno que era presentado en un pequeño foro, donde autores como Osborne, Pinter, Stoppard, Churchill o Hare han estado presentes.

“El Royal Court tiene dos salas: una de ellas es donde hacen el teatro más comercial; y tienen el teatro chico donde están los autores contemporáneos de temas difíciles: Sarah Kane ahí la estrenaron, que causó un impacto allá y acá; Harold Pinter (Premio Nobel de Literatura 2005), lo ponen en ese teatro, en ese teatro chiquito, no en el grande, no en el comercial”.

La obra presentada tenía tras de sí, la lectura de autores como Bocaccio, reminiscencias a Sherezada y el cuento de Las mil y una noches, entre otros. Además de la lectura, la historia contendría el espíritu de una experiencia. En el 2003, Edgar estuvo un tiempo en un programa de la Secretaría de Educación Pública para impartir clases de español a alumnos de nivel medio superior en Francia. La estancia en ese país, recuerda Edgar, le permitiría tener la visión de un comportamiento amenazante, de alta provocación, el papel de la femme fatal, ya que las jóvenes francesas hablaban sin inhibición alguna de sus cuerpos con una coquetería fuera de límite.

Para el 2004, Chías tendría listo uno de los primeros ocho borradores de la puesta en escena, cuya trama se circunscribía en el deseo que habita entre un hombre mayor y una camarera, que ignora pero quiere saber de lo que es capaz a la hora de seducir a un presunto asesino. En Londres, el papel de “Él” era protagonizado por Nicholas Le Prevost, actor del Reino Unido y tras un proceso de casting en México, Vanessa Bauche sería la actriz para interpretar a “Ella”.

Vanessa Bauche llegaba a Londres como un gran escaparate. Era la actriz de Amores Perros. Su presencia en el reparto, recuerda ahora el creador de esa historia donde el lenguaje encarna la espada y el escenario el cáliz, fue un golpe mediático para el estreno de la obra.

Y es así que con esa combinación de personajes, sin nombre y universales, se expresaría durante varios cortes cómo lo sexual deviene en amor.

“Ambos encuentran en el otro algo que necesitan, incluso algo nada más que para destruirse. La tesis central –refiere el autor-- es que lo que más quieres, al mismo tiempo, puede ser el motor de tu destrucción. Es un mecanismo muy simple. La gente comienza a consumir cigarro que le produce cierto bienestar, le gusta mucho, entonces lo prioriza y puede dejar de gastar en algo pero no en cigarros, y a la larga termina jodiéndote, más que el placer que te puede proporcionar”.

Chías planteará en el escenario una relación, que además de erótica, resultará altamente sexual, donde el juego de palabras entre ambos personajes irá despertando, en la camarera de un hotel de gran ciudad, el interés por regresar, cada noche, a la habitación donde se vive el idilio entre un presunto asesino y una joven de piernas delicadas pero arrebatadoras.

“Él es un hombre que ambiciona poseer, cosificar a la persona. Siente que se está muriendo y encuentra en esta niña a una nueva posibilidad de reafirmarse en la vida de sentirse otra vez vital. Siente un deseo que de alguna manera no va a poder realizar, se siente impotente, viejo. La manera de realizar ese deseo es poseyéndola pero de una manera, si no va a ser físicamente, va a ser penetrándola desde su mente”.

De esta manera, en el clímax del viaje, “Él”, en su afán por reducir al entorno y personas que viven, se rehusará a entender que “Ella”, la camarera, es quien provoca su deseo, probablemente un amor.

“Ella, que es la vital, la solar y la sexualmente poderosa, encuentra en esta relación una fascinación con la muerte”.

Y es así que Ella, al momento de su encuentro con Él, verá un mundo que no le pertenece. Estancia, donde ella asume la conciencia de que despierta el deseo en “Él”. Un placer utilizado como su aliado.

“Me interesa que se vea el aparato de poder ante una iniciativa de emancipación. Un aparato que está en el lenguaje, en cómo nos educan, en cómo nos comportamos”.

La relación entre ambos personajes provocaría en la crítica británica diversas consideraciones. La primera, era el enfoque político de Chías; esto debido a que los dos papeles centrales eran actuados por un británico y una mujer con el fenotipo de la raza latina. La puesta en escena despertaba opiniones favorables y, en otras ocasiones, adversas. Y es que la crítica, como refiere Edgar, imaginaba que “la obra no era mexicana, porque decían: ‘sabes qué… aquí vemos una influencia de la literatura europea contemporánea muy fuerte, y no vemos nada de folclore mexicano”. Al ver una obra escrita por un mexicano, la crítica teatral manifestaba que hacía falta algo de etnicidad. El imaginario de los críticos correspondía con un estereotipo de la mujer sometida. Sin embargo, el trabajo traería ventas con boletaje agotado durante las 18 funciones, presentadas en el teatro de la calle Sloane Square

A su regreso a la ciudad de México, la obra de Chías, con aquellas tres proposiciones de dirección hechas antes de su estreno en el foro del Royal Court, sería finalmente dirigida por Martín Acosta, quien llevaría la puesta en escena a un deseo provocado por Vanessa Bauche y al temperamento iracundo de “Él” escenificado por David Hevia.

La puesta en escena era De insomnio y medianoche. Una obra coproducida por el Centro Cultural Helénico y el Teatro del Royal Court. Tal vez no era el mismo foro en Londres, pero sugerentemente, esa noche De insomnio era presentado en el foro La Gruta, el pequeño espacio teatral del Helénico, ubicado en la zona sur del valle de México.

Edgar cuenta que ya ha pasado muy poco tiempo del estreno de esta obra, que es la menos social de todas, y el vistoso escaparate del Royal Court ha empezado a dar sus frutos, ya que existen ofertas para presentarla en Nueva York.

Al término de la obra por la que habíamos esperado, la serie de aplausos no fue intermitente, sino muy al contrario, un aplauso perenne.

“Entonces me da gusto por la generación que somos porque el teatro mexicano, creo es de primer nivel de cinco años para acá, sobre todo con la dramaturgia. El teatro mexicano está vivo”.

Originario de evoheeraungato.blogspot.com

1 comentario:

Enrique Olmos de Ita dijo...

A huevo, el teatro mexicano está vivo, felicidades al Chías y a sus compas...