viernes, 23 de febrero de 2007

Expulsión de periodistas de CUBA

La situación de los periodistas en Cuba es grave. El gobierno cubano expulsó a periodistas de varias agencias internacionales. El argumento del gobierno fue que el enfoque noticioso de los periodistas no era "conveniente" para el gobierno cubano.


Las autoridades de Cuba notificaron al corresponsal de EL UNIVERSAL en la isla, César González-Calero, que no le renovarán su acreditación periodística debido a que su "forma de enfocar la situación cubana no es la que más le conviene al gobierno cubano".

(Nota completa)


En el Blog de Gerardo Jiménez, Epístola para despistados, "Expulsan a Marx de la Habana... y también a César" dice:

Esto tienen en común los censores isleños con los fanáticos musulmanes, además de las barbas: carecen del sentido del humor y le temen a la risa más que al diablo. La risa no es revolucionaria por la misma razón que es antidogmática: porque es profundamente irreverente.
Si a algo le temen los inquisidores es a la risa. La fina ironía y el sarcasmo son un arma temible para quien no soporta las críticas a su fe, credo, ideología o sistema político. Por eso las autoridades cubanas expulsaron a César González-Calero, corresponsal de EL UNIVERSAL.



Qué es lo que le molestó a los censores cubanos de César? Qué es brillante y, sobre todo, su cáustico sentido del humor. Una combinación explosiva para la mentalidad de un censor, de un envidioso de escritorio, de un eunuco de la creatividad que no soporta ver como hay quien es capaz de reírse de todo, empezando por sí mismo.
Un ejemplo es el inicio de una de sus crónicas que dice así: "Si Karl Marx levantara estos días la lápida que le atenaza las barbas en las colinas de Highgate, seguramente agarraría el primer vuelo hacia Cuba para observar de primera mano qué está pasando con la última revolución socialista de Occidente. Ante el teatro que lleva su nombre en La Habana se mesaría la alborotada cabellera, y se quedaría petrificado al entrar en la sala Atril, el antro abierto en el mismo edificio del teatro, en el que se dan cita jóvenes con celulares de última generación, vestimenta de Zara y unas irreprimibles ganas de regodeo".

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