domingo, 4 de noviembre de 2007

Periodismo portatil

La RED DE PERIODISTAS SOCIALES (periodistas de a pie) invita a la conferencia que podríamos titular "¿Es posible vivir del freelanceo? o ¿Se puede sobrevivir viajando por el mundo con una computadora portátil y una cámara como único equipaje?", que dará el cronista chileno Juan Pablo Meneses, creador de la rama que bautizó como Periodismo Portátil y quien es uno de los raros ejemplos de éxito del freelanceo en Latinoamérica.

La cita es este Lunes 5 de noviembreLa Hora: 7 de la noche El Lugar: Centro de Educación Continua, Unidad Allende del IPN; Belisario Domínguez # 22, esquina con Bolívar, colonia Centro (Entre las calles República de Chile y Cerrada del 57, a tres calles del metro Allende y a dos del metro Bellas Artes, a una cuadra de La Perla) La entrada es libre.

Hay estacionamiento suficiente para todos. Si conoces a alguien a quien le pueda interesar esta conferencia, invítalo.

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¿Quién es Juan Pablo Meneses, mejor conocido como el periodista 'portátil'?
Una nota vieja aparecida en El País lo describió así: El cronista Juan Pablo Meneses (Santiago de Chile, 1969) descubrió que como "hay tantos cibercafés y son tan baratos", no necesitaba cargar en sus viajes con un ordenador portátil. Así que decidió montar su oficina en los cibercafés.

"He escrito historias en cibercafés de Vietnam y de Estambul. En los de Barcelona escribí una gran parte de mi primer libro. En Buenos Aires, la ciudad donde vivo, hay casi un cibercafé por cuadra".

La editorial Seix Barral acaba de publicar en Argentina Equipaje de mano, un libro que recoge 10 crónicas de viaje. "Cada una de las crónicas ha sido editada por una persona distinta desde una ciudad distinta. Es el primer libro de periodismo portátil escrito completamente en una oficina portátil y editado a distancia por gente cercana".

Con su primer premio de periodismo Meneses se compró un Compaq E500, pesado y duro, para los golpes, y una cámara digital Olympus Camedia C3030 de tres megapixeles.

"Metí todo en una maleta y tomé un avión para Madrid sin fecha de regreso. La única idea que tenía era que debía cumplir lo que decidí que sería la máxima del periodismo portátil: viajar y sobrevivir contando historias. Estaba seguro que con la tecnología eso se podía lograr. Han pasado cinco años. He publicado dos libros, voy a por el tercero, escribo para una decena de países y todavía no regresé a Chile".

El siguiente paso fue prescindir del portátil y de la necesidad de estar en un determinado sitio físico para escribir. "Los ciber tienen la particularidad de que todos, de alguna manera, se parecen y a la vez son diferentes. Entrando en uno ya sabes lo que te espera. Es lo mismo que entrar todos los días a una redacción, con la ventaja que puedes ir cambiando de compañeros de oficina a tu antojo. Si estás en uno que un tipo te fuma en la cara, o una mujer grita mucho, o la música es muy fuerte, te cambias a otro donde sea más agradable entrar en la Red".

"La llave de entrada a tu oficina portátil es una cuenta de correo electrónico. En mi caso, oficinaportatil@gmail.com. Entrar en tu cuenta, es como entrar en tu escritorio. Cada cosa que escribes, la envías a tu correo. Cada trabajo terminado, te haces un enviar . De esa manera, no importa la hora, el país, ni la ciudad. Entras a un cíber, y ahí aparecen tus trabajos. Siempre digo que me pueden secuestrar, subir a un avión y soltarme en el Congo, y pese a todo, sobrevivir.

¿Cómo? Fácil, voy al primer cíber, entro a mi oficina portátil, escribo la hazaña y la ofrezco a los editores que tengo en línea. Con una sucursal bancaria y un cíber se puede viajar por el mundo y sobrevivir escribiendo. Eso sí, trabajando, metódicamente en la oficina portátil, que no por ser invisible requiere de menos responsabilidad".

Por su curriculum se sabe que Meneses estudió en la Universidad Autónoma de Barcelona y vive en Buenos Aires.Es un cronista independiente, sus trabajos se publican en importantes medios de México, Colombia, España, Perú, Chile y Argentina. Es autor del libro de crónicas de viaje «Equipaje de Mano» (Planeta, 2003) y «Sexo & Poder: El extraño destape chileno» (Planeta, 2004), que es la historia de un país conservador enfrentado a escándalos de abuso de menores.

En el 2000 escribió la crónica «Relaciones peligrosas», premiada en el concurso de no ficción de la revista internacional Gatopardo. Ha sido becario y relator de los talleres de la Fundación Nuevo Periodismo. Sus viajes han aparecido en National Geographic, Etiqueta Negra, Soho, La Revista, Gatopardo, entre otras publicaciones, y se han traducido al portugués, francés y alemán.

Es columnista del diario El Mercurio de Chile y autor de un popular blog albergado en varios diarios.

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Periodismo portátil (O cómo sobrevivir escribiendo historias por el mundo)

Por Juan Pablo Meneses

Cada vez con más frecuencia me preguntan ¿Conviene ser un periodista freelance? Y siempre, irremediablemente, aunque sea en la cafetería de una ciudad helada o en las arenas de una playa tropical, digo claramente que no. No conviene, amigo. Y lo digo seriamente.

Desaliento a los periodistas de redacciones cansados de sus jefes, de sus editores que les cortan textos sin leerlos, de los sueldos bajos, de sus caras azules de tanto reportear por teléfono y no salir a la calle salvo cuando hay un amago de incendio. Desmoralizo a los estudiantes de periodismo que sueñan con una vida de viajes, aventuras, mujeres vaporosas, carreras de autos y guerras crueles en países exóticos y que ven en el reportero independiente una suerte de último héroe en tiempos dominados por los grandes multimedios.

No sólo eso. Les cuento que en éste negocio se paga poco, mal y tarde. Que no hay contrato fijo (hasta los periodistas de redacciones cada vez tienen menos contratos en blanco). Que se vive de lo que se produce (con el terrible peligro de mercantilizar tu vida). Que trabajar sin horarios equivale, finalmente, a estar todo el tiempo conectado. Y a los nuevos, que se creyeron eso de que la era digital –con tecnología al alcance de cualquier mano- democratizó los medios, les recuerdo la frase base de la economía de hoy: el grande se come al chico. Y el periodista independiente, por mucho trabajo que tenga, siempre será el insignificante dentro de un océano de tiburones.

Les advierto que no sólo van a tener que escribir y viajar (los dos grandes amores del periodista), sino que deberán aprender a buscar temas, producir historias, vender artículos, financiar reportajes, negociar una buena paga, y además cobrarla. Y para cobrarla no sólo deberán tener paciencia (algunos, especialmente en Latinoamérica, llegan a tardar más de un año en cancelarte), sino que también deben tener una adecuada cuenta de banco, facturas internacionales (el freelance suele trabajar para varios países) y hasta un código swift para los reembolsos en otras monedas.

Les recuerdo que todas esas actividades juntas (las periodísticas y administrativas), las deberán hacer por lo menos una vez a la semana: no hay en toda habla hispana un medio que te pague un trabajo con lo suficiente para vivir un mes. Les agrego que la mayoría de la gente trabaja con horario de oficina, así que por las tardes se sentirán solos. Que las cuentas llegan cada 30 días, y que no te esperan. Les digo que en muchos casos serán tratados con la óptica del inmigrante ilegal: si no te gusta, te jodes.

Y cae sobre nuestras cabezas las pregunta ¿Uno es freelance por opción, o porque no quedó otra alternativa? Será que uno elige conscientemente vivir lejos del amparo contractual de un gran medio, o es que finalmente las circunstancias –políticas, económicas, religiosas y sociales; por nombrar las más obvias- son las que nos llevan a estar en la industria, pero desde un costado.

La misma pregunta se le podría hacer a cualquiera que viva al margen: ¿Estás fuera porque quieres, o porque no te dejan entrar? Y curiosamente es posible, muy posible, que el aislado responda lo mismo que muchos periodistas freelance: por las dos razones. Y las dos, al mismo tiempo.

Siempre las dos al mismo tiempo. El periodista independiente no tiene jefe, y tienes muchos a la vez. Es dueño de su tiempo, y es esclavo del reloj. Es el mercenario pragmático, y es un romántico sin remedio. Es un afortunado que tiene tiempo para viajar, y es la carne de cañón que tenemos para las emergencias. Es libre, y está atrapado.


OFICINA PORTÁTIL

Siempre he trabajado como freelance, aunque fue a partir del año 2000 que comencé a llamar a mi estilo trabajo como Periodismo portátil. Ese año había ganado algo de dinero en un concurso de crónicas, y con los dólares en bolsillo me compré una laptop y una cámara digital. Metí todo en una pequeña maleta y me fui de Chile a escribir historias por el mundo. Ya van más de seis años y todavía no regreso.

La mayor influencia para lanzarme a la aventura fue la novela "Historia abreviada de la literatura portátil", de Enrique Vila-Matas. Desde las primeras páginas sentí que los requisitos de admisión para ser un buen "shandy", eran similares a los que debía tener todo el que quisiera hacer periodismo portátil: "poseer como primera condición una obra ligera, transportable, nada retórica y que ocupe poco lugar en la maleta. Debe ser, además, un viajero impenitente, casi un nómada. No pretender grandes ideales, ni plantearse propósitos sublimes. Funcionar como un individuo autónomo. Ser lo suficientemente insolente para enfrentarse con el orden establecido y sentir solidaridad por los desheredados de la tierra".

Así como Vila-Matas ha confesado que "lo importante no es ambicionar la fama o el ser escritor, sino escribir", creo que la principal ambición del periodista portátil debe ser poder viajar y sobrevivir de lo que se escribe, por sobre los laureles efímeros o los aplausos de las academias estilísticas. En tiempos que cada vez más periodistas se convierten en periodistas freelance por la única meta de poder subsistir teniendo independencia de sus jefes, el que se vuelca al periodismo portátil busca además –y por sobretodo- recorrer el mundo y vivir de lo que va contando.

No es casual que mi primer libro de crónicas se llame «Equipaje de mano» (Planeta, 2003; Seix Barral, 2005), el nombre de la maleta emblema de lo portátil. Ni que haya sido escrito en cibercafés de medio mundo. Ni que cada una de sus diez crónicas fuera editada por un escritor distinto desde una ciudad diferente del planeta (Juan Villoro desde Barcelona, Alberto Fuguet desde Santiago de Chile, Alma Guillermoprieto desde el DF, Jon Lee Anderson desde Bagdad; citando algunos ejemplos). Tal vez por eso gusta pensar a «Equipaje de mano», como el primer libro completamente de periodismo portátil.

Desde que partí, el periodismo portátil ha tenido sus cambiado técnicos. Por ejemplo, ya no es necesario cargar una laptop. Desde que comprobé que el mundo hay casi tantos cibercafés como pobres y que cada vez cuesta más barata la hora de conexión, eliminé el riesgo de que me roben la computadora y adopte los centros de internet como mi despacho. Una oficina portátil que están en cualquier sitio y que se parecen mucho a la redacción de un periódico. Sólo que a diferencia de los periodistas de planta, que ven todos los días a la misma gente, en la oficina portátil casi nunca vez la misma cara dos veces.

«País portátil» se llamó la novela que en 1968, en pleno boom latinoamericano, se ganó el premio Biblioteca Breve de Seix Barral. Hace poco le preguntaron a su autor, el venezolano Adriano González León, si sería posible hacer poesía con las noticias de todos los días Adriano respondió su singularidad: "Las noticias de todos los días son completamente imbéciles, sobre todo las de tipo político, pero las noticias curiosas si dan pie para soñar".

Al igual que el autor de País portátil, creo para el periodista portátil la noticia diaria es anécdota, y que su verdadera noticia es la anécdota. Esa debe buscar.

Cada vez con más frecuencia me preguntan ¿Conviene ser un periodista freelance? Y siempre, irremediablemente, aunque sea en la cafetería de una ciudad helada o en las arenas de una playa tropical, digo claramente que no. Los costos son muy altos, para un beneficio demasiado menor. Para eso, mejor ser un periodista portátil.

Gracias al periodismo portátil he disparado un fusil AKA47 en Vietnam, aparecí en una película porno en Nueva York, celebré el campeonato mundial de Fórmula Uno con el piloto campeón y vi argentinos llorar su encierro en un pueblo abandonado de España. Además, aprendí a diferenciar los medios que no te pagan nunca a los que te publican todo, y saber cuando subir la tarifa o en qué momentos pasar un artículo gratis. Entendí que cada compromiso asumido es sagrado, y que en las fallas se perjudica tu nombre: Tu verdadero capital.

Y aunque he comprobado que es posible conseguir cierta estabilidad laboral y vivir de tu trabajo, siendo un abnegado periodista freelance, vuelvo a inclinarme cada día por el periodismo portátil. Ese que tiene su oficina en cualquier ciudad y que busca, algo tan simple, como querer sobrevivir escribiendo historias por el mundo. Por algo, uno de sus requisitos es: No pretender grandes ideales, ni plantearse propósitos sublimes

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