Jacinto Rodríguez Munguía no es un periodista cómodo. Quizás decir periodista y decir comodidad es más una contradicción fehaciente e incomputable. Me encontré con su libro “La Otra guerra secreta” hace un par de años, cuando en su cubículo de la fundación Prensa y Democracia de la Ibero Santa Fé, el tío Jacinto se encerraba tardes enteras peleándose con los vericuetos de una historia que prometía ya en ciernes provocar un escándalo entre las vacas sagradas del periodismo nacional.
Maniático de su cubículo —suerte de búnker intelectual, cobijado por el humo de los cigarrillos y los profanos libros que inundaban su escritorio, creo recordar algo de Cortázar con esa vaguedad propia de la memoria, creo haber hojeado en un descuido algún libro de historia contemporánea, cierro los ojos y observo el periódico del día, notas, apuntes y pesquisas manuscritas—Rodríguez Munguía se asomó en algunas cajas del Archivo General de la Nación para cumplir con lo que Jacques Le Goff sugiere cuando dice que los documentos “hacen hablar a las cosas y borran los silencios”.
Si como aventura Le Goff todo documento es al mismo tiempo verdadero y falso, su falsedad radica en su inexistencia y su verdad, en su rescate de la memoria.
No es un lugar común.
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Pocas veces uno puede observar la confección de un trabajo de esa envergadura.
En el entrecruce entre historia o micro-historia, periodismo de investigación, novela testimonial, reportaje novelado con guiños historiográficos, novela histórica del México de los 70´s que sufrió la guerra de baja intensidad del Estado uno puede entrever lo que siempre ha intuido pero que es imposible concatenarlo con documentos.
Pocas veces puede uno conocer el entusiasmo con que en el comedor de la Iberoamericana de Santa Fé se desbordan las conversaciones pero inexorablemente siempre van a caer —imantadas sí, metafísicamente imantadas— hacia un mismo destino: el Palacio de Lecumberri, unas viejas cajas de documentos que inesperadamente se convierten en un tesoro.
Se mencionan algunos nombres de vacas sagradas del periodismo.
Pero ahora que escucho las palabras del autor del libro me queda claro que las únicas vacas sagradas que pueden existir en cualquier área de las actividades humanas son las que nosotros nos construimos como muletas para andar por la vida.
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El libro de Jacinto Rodríguez “La Otra Guerra Secreta” nos depara una lección las relaciones entre periodistas y políticos, entre medios de comunicación y oficinas de gobierno, son relaciones de poder.
Este martes Fritz Glockner, Ana Lidia Flores y el periodista Ignacio Rodríguez Reyna, director de Eme-equis, presentaron el libro de Jacinto Rodríguez, en la librería profética.
Entre el público se encontraba —guardando un bajo perfil— el premio nacional de periodismo 2006 y uno de los mejores cronistas del país, Alejandro Almazán de la Revista Eme-Equis, quien escribió con Oscar Camacho, “La victoria que no fue, López Obrador entre la Guerra Sucia y la soberbia”.
Almazán ya prepara un acercamiento a la vida del poeta caníbal, cumpliendo su cometido de ser un “ladrón de historias”, como el mismo se define.
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Rodríguez Munguía y un grupo de periodistas abandonaron en 2005 la Revista de El Universal. La salida de la publicación semanal que aparecía con el periódico cada lunes exhibió los mecanismos de censura al interior del diario más importante del país.
Un artículo que demostraba la corrupción en el gobierno foxista y arañaba al entonces Secretario de Gobernación y presidenciable, Santiago Creel Miranda, censurado en la Revista obligó a periodistas y colaboradores a dejar el diario, encabezados por Ignacio Rodríguez Reyna, director de la Revista.
Tras varias reuniones los periodistas exiliados del Universal, lo mismo Nacho Rodríguez Reyna que en un principio Pascal Beltrán del Río.
Meses después, una convocatoria ciudadana permitió el surgimiento de "Eme-Equis", fiesta cachonda de por medio en la Casa del Lago.
Todo esto viene a cuenta para recordar como el libro de Jacinto surgía a la par de la revista de marras.
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Jacinto estuvo un par de días en Puebla presentado su libro. Más allá de los comentarios de los presentadores y de las entrevistas que hoy salen publicadas en los diarios locales saltan más que los temas de coyuntura y anecdóticos , algo que flota en el aire: esa misma Tiranía invisible, más que fruto de una mente maquiavélica, expresión teórica del control político hacia los aparatos ideológicos del Estado desde el mismo poder y por sus mismos operadores.
¿Esta esta Puebla Preciosa atrapada en los márgenes de la Tiranía Invisible?
¿Cuáles son los manuales que siguen los operadores del control político? ¿Se queda chiquito el documento de la Tiranía Invisible frente a las prácticas locales del poder político?
Más que elogiar un libro como un documento de la relación prensa-poder estatal en el pasado, el priismo local y su prensa, no escapan a estas redes de complicidad y de silencio, a estas lógicas soterradas del ocultamiento, a este consenso silencioso pero intuido, no documentado pero presente de que algo flota ahí mismo, en los encabezados uniformes de los diarios, en los comentarios a modo de los locutores de los noticiarios, en el silencio de los medios electrónicos.
Aquí en Puebla, todavía se hacen llamadas desde la Secretaría de Gobernación y desde el PRI a las redacciones de medios impresos, radiofónicos, televisivos y hasta portales de Internet.
Por eso ahora, concateno que es así como en la Cena de Tribuna Radiofónica, el gobernador Marín puede llamar a Enrique Montero Ponce, con el don por delante, "mi amigo entrañable" y su hijo, Mario Montero Serrano, secretario de gobernación, escuchar sentado en la mesa de los secretarios del gabinete, las palabras de su padre.
Es esta Belle Epoque del viejo régimen mientras se cuida el silencio y se borra la memoria .
Mariachis, un palomazo de la primera actriz de telenovelas Regina Torné, los candidatos a la alcaldía, exgobernadores, diputados, periodistas y hasta un científico laureado se dieron cita en el aniversario del Grupo Tribuna.
“El año próximo si mi Dios quiere cumpliré 80 años de vida de los cuáles 62 han sido dedicados a la comunicación. Probé todos los caminos de la comunicación, el periodismo mi vida ha sido alucinante. Formar una primera plana, ir al taller como aquellos años”
Enrique Montero Ponce lanzó sus acostumbradas reflexiones de la vida política: “Yo creo que falló el timón fuero las elecciones más reñidas pero cuestionadas, nuestra democracia se tambalea a veces
En su discurso definió sin ambages sus paradigmas periodisticos:
“En la democracia el periodista le dice al pueblo, tú dictas yo escribo”
Montero Ponce se puso nostálgico. No era para menos, a sus 79 años, el periodista por antonomasia de la clase política cachondeó a sus invitados y tiró línea sobre el comportamiento de sus conocidos.
En su alocución, el gobernador Mario Marín avaló la conducción periodística del decano del periodismo poblano:
“Comunicador serio, veraz y transparente, interlocutor social, propiciador de juicios y criterios”.
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